El ser invitados a celebrar en la mesa de nuestro Señor es un acto grandioso y santo. Para algunas personas, esta invitación es un recuerdo de otros momentos sagrados en la vida, de las relaciones especiales en la iglesia, y de la ilimitada gracia de Dios. Para otros, sin embargo, les recuerda la desunión en la iglesia: la frialdad e indiferencia con que hemos sido recibidos en algunas iglesias; la necesidad de reconciliación dentro de las comunidades de nuestras iglesias y familias, dentro de otras iglesias y dentro de nuestra propia naturaleza, pecaminosa y derrotista. Estas situaciones nos invitan a examinar nuestro concepto con respecto a esta comida sagrada.
– De la introducción
Fecha de publicación: 2016